Los antibacterianos son sustancias químicas o fármacos diseñados para inhibir el crecimiento o provocar la muerte de bacterias responsables de infecciones. Actúan interfiriendo en procesos vitales bacterianos como la síntesis de la pared celular, la producción de proteínas, la replicación del ADN o el metabolismo celular.
Según su mecanismo de acción, los antibacterianos se clasifican en dos categorías principales:
La elección entre uno u otro depende del tipo de infección, la localización y el estado inmunológico del paciente. Los antibacterianos han sido fundamentales para reducir la morbilidad y la mortalidad por infecciones bacterianas, permitir procedimientos quirúrgicos más seguros y controlar brotes epidémicos, aunque su uso exige criterios clínicos adecuados para evitar el desarrollo de resistencias.
En España están disponibles diversos grupos de antibacterianos, cada uno con indicaciones y espectros de actividad particulares, regulados por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS).
Las penicilinas, como amoxicilina y ampicilina, son de amplio uso para infecciones respiratorias, urinarias y de piel. La combinación con ácido clavulánico amplía significativamente su actividad frente a bacterias productoras de betalactamasas, aumentando su eficacia terapéutica.
Las cefalosporinas, incluyendo cefalexina y cefuroxima, se emplean frecuentemente en infecciones respiratorias, urinarias y en profilaxis quirúrgica. Se clasifican en generaciones que varían su cobertura antimicrobiana, desde las de primera generación con actividad principalmente frente a gram positivos, hasta las de tercera y cuarta generación con mayor espectro.
Los macrólidos, como azitromicina y claritromicina, son especialmente útiles en infecciones respiratorias y constituyen una alternativa valiosa en pacientes con alergia a penicilinas. Las quinolonas (ciprofloxacino, levofloxacino) presentan buena actividad frente a patógenos urinarios y respiratorios, aunque su uso se limita por posibles efectos adversos y el desarrollo de resistencias.
Las tetraciclinas, como la doxiciclina, tienen aplicaciones específicas en el tratamiento del acné, infecciones respiratorias atípicas y algunas zoonosis. Otros grupos relevantes incluyen aminoglucósidos, la combinación sulfametoxazol-trimetoprim y fosfomicina, cada uno con indicaciones clínicas específicas.
La selección del antibacteriano apropiado depende del microorganismo causante, la gravedad de la infección, el perfil de seguridad del medicamento y las guías clínicas locales. También se consideran factores individuales como la edad del paciente, el estado de embarazo y las posibles alergias medicamentosas.
Los antibacterianos constituyen una herramienta fundamental en el tratamiento de infecciones causadas por bacterias. Su prescripción debe realizarse siempre bajo supervisión médica, siendo esencial completar el tratamiento prescrito para garantizar la eficacia y prevenir el desarrollo de resistencias bacterianas.
Los antibacterianos son efectivos en el tratamiento de infecciones del tracto respiratorio de origen bacteriano, incluyendo bronquitis aguda, neumonía adquirida en la comunidad y exacerbaciones de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica. La elección del antibacteriano dependerá del agente causal identificado o sospechado y la gravedad del cuadro clínico.
Las cistitis, pielonefritis y otras infecciones del tracto urogenital responden favorablemente al tratamiento antibacteriano específico. Es importante realizar cultivos de orina cuando sea necesario para identificar el patógeno responsable y ajustar el tratamiento según el antibiograma.
Celulitis, abscesos, heridas infectadas y otras infecciones cutáneas requieren tratamiento antibacteriano apropiado. La gravedad y extensión de la infección determinará si es necesario un tratamiento tópico u oral.
Ciertas infecciones del tracto digestivo de origen bacteriano pueden requerir tratamiento antibacteriano, especialmente en casos de gastroenteritis severa o infecciones por patógenos específicos como Helicobacter pylori.
La administración profiláctica de antibacterianos antes de determinadas intervenciones quirúrgicas ayuda a prevenir infecciones postoperatorias, especialmente en cirugías de alto riesgo o en pacientes con factores predisponentes.
En el sistema sanitario español, ciertos antibacterianos destacan por su frecuencia de prescripción y eficacia clínica demostrada. Estos medicamentos están disponibles en farmacias españolas con receta médica y han demostrado un perfil de seguridad y eficacia adecuado para el tratamiento de las infecciones más comunes.
Esta combinación representa uno de los antibacterianos más versátiles y prescritos en España. La amoxicilina proporciona actividad bactericida, mientras que el ácido clavulánico protege frente a las betalactamasas bacterianas, ampliando el espectro de acción. Es especialmente efectivo en infecciones respiratorias, urinarias y de tejidos blandos.
Perteneciente a la familia de los macrólidos, la azitromicina ofrece la ventaja de pautas de tratamiento más cortas debido a su prolongada vida media. Es particularmente útil en infecciones respiratorias atípicas y en pacientes con alergia a penicilinas.
Esta fluoroquinolona presenta un amplio espectro de acción y excelente penetración tisular. Se utiliza frecuentemente en infecciones urinarias complicadas, infecciones respiratorias en ciertos casos y infecciones gastrointestinales específicas.
Antibacteriano del grupo de las tetraciclinas con buena biodisponibilidad oral. Su uso está indicado en infecciones por microorganismos atípicos, algunas infecciones de transmisión sexual y como alternativa en pacientes alérgicos a otros antibacterianos.
Especialmente valorada por su eficacia en infecciones urinarias no complicadas, la fosfomicina ofrece la comodidad de una pauta de dosis única en muchos casos, lo que mejora significativamente la adherencia al tratamiento.
Los antibacterianos están disponibles en diversas presentaciones farmacéuticas para adaptarse a las necesidades específicas de cada paciente:
La dosificación debe individualizarse según la edad, peso corporal, función renal, gravedad de la infección y susceptibilidad del microorganismo causante. Es fundamental respetar los intervalos de administración y completar la duración total del tratamiento prescrito por el facultativo.
El uso adecuado de antibacterianos requiere completar el tratamiento prescrito por el médico, incluso si los síntomas mejoran antes de finalizar. Interrumpir prematuramente la terapia puede provocar recaídas y contribuir al desarrollo de resistencias bacterianas. La dosis y duración del tratamiento están calculadas específicamente para eliminar completamente la infección.
La automedicación con antibacterianos presenta serios riesgos para la salud. Sin diagnóstico médico adecuado, es imposible determinar si la infección es bacteriana o viral, el tipo de bacteria causante y el antibiótico más efectivo. El uso inadecuado puede generar resistencias, efectos adversos graves y enmascarar síntomas de enfermedades más complejas que requieren atención especializada.
Los antibacterianos están contraindicados en casos de alergia conocida al principio activo o excipientes. Ciertos grupos requieren precaución especial: embarazadas, lactantes, niños, ancianos y pacientes con insuficiencia renal o hepática. Es fundamental informar al médico sobre alergias previas, embarazo y medicamentos concomitantes antes de iniciar el tratamiento.
Los antibacterianos pueden interactuar con otros medicamentos, alterando su eficacia o aumentando efectos adversos. Las interacciones más relevantes incluyen anticoagulantes orales, anticonceptivos hormonales, medicamentos para la diabetes y algunos antiepilépticos. Siempre informe a su médico y farmacéutico sobre todos los medicamentos que está tomando.
Consulte inmediatamente si experimenta reacciones alérgicas graves, dificultad respiratoria, hinchazón facial, diarrea severa o persistente, o si los síntomas no mejoran tras 48-72 horas de tratamiento. Mantenga el medicamento en lugar fresco y seco, protegido de la luz.
